Sometimes the strongest and most wonderful things are those we cannot see.

11.12.10

Ella.

Se lo merece, por todos los momentos que vivimos, buenos y malos; por todas las cosas que compartimos, mías y tuyas; por todas esas veces que nos enfadamos y que nos reconciliamos; por esas cosas de hermanas, por todo.
Más guapa, hasta el bigote te queda bien ;)
Sabes que aunque no te lo diga eres la mejor y te quiero muchísimo. Gracias por estar ahí siempre, pase lo que pase :)
^_^


8.12.10

Uno de esos cuentos de cuando éramos pequeños.

Érase una vez una niña cuyo único deseo era llegar a tocar las estrellas del cielo. En las noches serenas sin luna se asomaba a la ventana de su habitación para contemplar los miles de pequeñas lucecitas esparcidas por el firmamento y se preguntaba qué se sentiría al tener una entre las manos.
Una cálida noche de verano en que la Vía Láctea brillaba con más esplendor que nunca, la niña decidió que ya no podía esperar más: tenía que tocar una o dos estrellas, no importaba cómo. Así que se escabulló por la ventana y partió sola para ver si podía alcanzarlas.
Caminó durante mucho, mucho tiempo, y se alejó aún más, hasta que llegó a un molino cuya rueda crujía y rechinaba.
 -Buenas noches -le dijo a la rueda de molino-. Me gustaría jugar con las estrellas del cielo. ¿Has visto alguna cerca de aquí?
-¡Ah, sí! -gruñó la vieja rueda-. Cada noche brillan tanto en la superficie de este estanque que no me dejan dormir. Sumérgete, niña, y las encontrarás.
La niña se zambulló en el estanque y nadó y nadó hasta que los brazos le dolieron tanto que tuvo que parar. Pero no encontró ninguna estrella.
-Perdóneme -le dijo a la vieja rueda de molino-. ¡Me temo que, en realidad, aquí no hay ninguna estrella!
-Bueno, ciertamente estaban aquí antes de que saltaras dentro del agua y la agitaras -contestó la rueda de molino.
Así que la niña salió del agua, se secó tan bien como pudo, y continuó su camino a través de los campos.
Al cabo de un rato, se sentó a descansar en un prado. Pronto se percató de que pertenecía a las hadas y los elfos, porque de pronto cientos de esos pequeños seres se acercaron corriendo a danzar sobre la hierba.
-Buenas noches, Gente Menuda -saludó la niña-. Quisiera alcanzar las estrellas del cielo. ¿Habéis visto alguna por aquí?
-Ah, sí -gorjearon las hadas-. Relucen cada noche entre las briznas de hierba. Ven a bailar con nosotros, pequeña, y encontrarás tantas estrellas como quieras. 
Así que la niña danzó y danzó, giró y giró formando un corro con las hadas, pero a pesar de que la hierba brillaba bajo sus pies, no vio ninguna estrella. Por fin ya no pudo danzar más, y se dejó caer dentro del círculo que formaban esos seres.
-Lo he intentado una y otra vez, pero parece que no podré alcanzar las estrellas desde aquí -sollozó-. Si no me ayudáis, nunca encontraré ninguna para jugar.
Las hadas cuchichearon entre sí. Finalmente una de ellas se acercó sigilosamente a la niña y, cogiéndola de la mano, le dijo:
-Si es lo que de verdad deseas, debes seguir adelante. Avanza sin dejar el camino recto. Pídele a Cuatro Patas que te conduzca hasta Sin Patas y pide a Sin Patas que te lleve hasta la Escalera sin Escalones. Y si subes por ella..
Así que la niña partió de nuevo con ánimo alegre hasta que llegó junto a un caballo que estaba atado a un árbol.
-Buenas noches -le dijo-. Quiero alcanzar las estrellas del cielo y he andado tanto que me duelen los huesos. ¿Puedes llevarme?
-Yo no sé nada de las estrellas del cielo -replicó el caballo-, estoy aquí sólo para acatar las órdenes de las hadas.
-Son ellas las que me envían y me han dicho que pida a Cuatro Patas que me lleve hasta Sin Patas.
-¿Cuatro Patas? ¡Ése soy yo! -relinchó el caballo-. Monta sobre mí y cabalga conmigo.
Cabalgaron, cabalgaron y cabalgaron hasta que dejaron el bosque y llegaron a la orilla del mar.
-Te he traído hasta el final de la tierra, y esto es todo lo que puede hacer Cuatro Patas -dijo el caballo-. Ahora debo volver a casa con los míos.
Así que la niña bajó del caballo y fue caminando por la orilla del mar mientras se preguntaba qué iba a hacer ahora. De repente, el más grande que jamás había visto se acercó nadando hasta sus pies.
-Buenas noches -dijo la niña al pez-. Quiero alcanzar las estrellas del cielo. ¿Puedes ayudarme?
-Creo que no -gorgoteó el pez-, a no ser que, naturalmente me traigas un mensaje de las hadas.
-¡Así es! -exclamó la niña-. Me han dicho que Cuatro Patas me llevaría hasta Sin Patas, y que Sin Patas me llevaría hasta la Escalera sin Escalones.
-Ah, bien -dijo el pez-, entonces de acuerdo. Súbete a mi lomo y agárrate fuerte.
Se zambulleron, ¡splash!, dentro del agua y siguieron una estela dorada que parecía dirigirse hasta el confín del mar, allí donde el agua se confunde con el cielo.
En la distancia, la niña divisó un hermoso Arco Iris que se alzaba desde el mar hasta el cielo y que brillaba con todos los colores.
 Finalmente llegaron al pie del Arco Iris y la niña vio que era en realidad un camino ancho y luminoso que ascendía hacia el cielo, y allá lejos, muy lejos, al final de todo, la pequeña no divisó unas diminutas lucecitas que parecían danzar.
-No puedo ir más lejos -dijo el pez-. Aquí está la Escalera sin Escalones. Sube por ella, si puedes, pero agárrate fuerte. Ya te imaginarás que esta escalera nunca fue concebida para los pies de las niñas pequeñas.
Así que la niña bajó del lomo de Sin Patas y éste se zambullóestrellas del cielo se veían más distantes que nunca.
-No voy a rendirme -se dijo-. He llegado tan lejos que no puedo retroceder.
Subió y subió. El aire era cada vez más frío, pero el cielo brillaba más y más, y por fin podría decirse que estaba cerca de las estrellas.
-¡Ya casi estoy llegando! -exclamó.
Y con paso firme alcanzó de pronto el extremo del Arco Iris. Dondequiera que mirase, las estrellas giraban y danzaban. Bailoteaban arriba y abajo, hacia adelante y hacia atrás, y daban vueltas a su alrededor en medio de miles de colores.  
-Por fin he llegado -murmuró para sí-. Nunca había visto algo tan hermoso.
Pero, al cabo de un rato, se dio cuenta de que estaba temblando de frío y, cuando miró hacia abajo en la oscuridad, ya no pudo ver la tierra.
Se preguntó dónde estaría su casa, pero no se veían ni farolas ni luces en las ventanas que pudieran orientarla en la negra oscuridad. La niña se asustó. 
-No me marcharé antes de tocar una estrella -dijo, y se puso de puntillas y alargó los brazos tanto como pudo. 
Alcanzaba ya muy lejos cuando, de repente, el paso veloz de una estrella fugaz la cogió tan por sorpresa que le hizo perder el equilibrio. 
 Cayó Arco Iris abajo, y cuanto más descendía, más cálido se volvía el aire y más sueño sentía. Bostezó, suspiró y, sin darse cuenta, cayó dormida.
Cuando despertó, se encontró en su propia cama. El sol brillaba a través de la ventana y los pájaros de la mañana trinaban en los árboles y los matorrales.
-¿Toqué realmente las estrellas? -se preguntó-. ¿O ha sido sólo un sueño?
Entonces sintió algo en su manita. Cuando abrió el puño, una pálida lucecita relució en su palma y desapareció al instante.
La niña sonrió porque supo que se trataba de polvo de estrella

6.12.10

Como en una hamaca..

Esta noche me encaramaré a la luna, me instalaré en su cruasán como si estuviera en una hamaca y no tendré ninguna necesidad de dormir para soñar.